Enciendo un cigarrillo y las lágrimas caen sin darme cuenta. Inhalo
mientras la pienso… Con su alegría típica. Me acerco a la habitación de mi
hermana. Ni una lagrima, ni un esbozo de tristeza. Solo quedo yo, con mi agonía
vagando por los pasillos, dando vueltas para volver a mi habitación. Inhalo y la vuelvo a pensar con sus arrugas y su maquillaje de señora. La lloro en silencio. Nadie puede escuchar lo que tan bien se oculta. Me llega a la mente sus juegos, la risa. Hubiera querido que estuviera
para verme bien. Inhalo. Para ver mí libro, para leerme algún día. Pero se fue, y no sé porque
la lloro como si fuese un familiar… Si tan solo eran una gran amiga de mamá,
que me cuido de chica. Pero era una gran mujer, que cuido de mi mamá como si fuese su propia
hija. Y esta gran mujer tendrá siempre un lugar en mi memoria, y ojala ella
se haya quedado con el recuerdo de mi de pequeña, y no la de la enferma.
"Siempre creí que la muerte no es un final, sino el inicio de un
recuerdo. El recuerdo es tan poderoso que nos puede llevar más lejos de lo que
pensamos, él recuerdo es bello. Desechamos todo lo malo y dejamos en nuestra
memoria aquello tan hermoso que un día vivimos y lo rememoramos. La muerte es un
poder. La muerte es un “Yo estoy acá, en tu memoria”.
La muerte es encontrarse
cotidianamente con su amor, que no ha muerto. No. Los amores no mueren, cuando
se es valiente y se tiene coraje la muerte te da un premio: La eternidad en la
memoria de quines ama."
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