Cual cuchillo de reluciente filo, te clavaste en mis entrañas. ¡La agonía! ¡El placer! Oscuridad que aturde, noches de infinitos desvelos. Siempre te encuentro, entre los versos. Y es tu forma de tocarme, con las letras. Que me seducen, me conmueven. Cual cuchillo, me atravesaste sin piedad. Y yo te recibí, temblando en la absoluta oscuridad. Mis ojos relucian, expectantes, anhelantes de tí. Fue cuando tu boca me atrapó, tu lengua bailó con la mía. Danzaban alegres, cual fortuna de haberse encontrado. Él sintiéndola suya, ella entregando su cuerpo.
Sin palabra alguna, se saborearon despacio.
Como dos ciegos en plena noche.
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